Una reflexión

"Pensando" - Fuente

Les pongo en situación. Dos asignaturas. Una en la que la profesora no prepara apenas las clases, simplemente se deja llevar por la inercia de los análisis de textos que los alumnos realizamos. Son clases lentas, repetitivas, de esas en las que atender supone un esfuerzo titánico.

Por otro lado, una materia que es cuidada por su docente. Con cuidada me refiero a que es palpable el importante trabajo y la revisión de contenidos que existe detrás de cada sesión. El profesor consigue que sus clases sean dinámicas, con un componente reflexivo, abiertas al trabajo grupal e, incluso, al debate, tarea complicada cuando hablamos de un aula con 60 alumnos. Cuando acaban las clases no parece que hayamos estado dos horas sentados en nuestros pupitres.

Por aclarar, he de decir que no tengo nada en contra de la profesora, más bien todo lo contrario, por ejemplo, he de decir que es una mujer amable en el trato. Simplemente me limito a representar desde mi punto de vista cómo son sus clases.

Bueno, pues dicho esto, el otro día estaba hablando con una compañera de lo maravillosas que eran las clases del segundo profesor al que he hecho referencia anteriormente, cuando de repente otra compañera de la misma clase irrumpió en la conversación diciendo que ella prefería, sin ningún género de duda, las clases de la primera profesora. Ante nuestra visible sorpresa, nos aclaró que era porque durante esas clases ella podía estar navegando en Internet con su portátil sin ningún tipo de molestia y sin miedo a quedarse rezagada por hacerlo.

Después, pensando sobre esa situación me han asaltado una serie de dudas, todas ellas nada halagüeñas sobre el futuro de la educación. ¿Cómo es posible que una futura maestra prefiera las clases de una profesora vulgar, antes que las de un docente que podría ser un referente más en nuestro trabajo?, ¿cómo es posible que alumnos universitarios prefieran ver las novedades de su cuenta de Facebook, antes que estar presentes en una clase interesante?, ¿cómo es posible que una juventud, que se presupone crítica, prefiera seguir sumergida en la modorra antes que formarse adecuadamente?

Esas y otras tantas cuestiones rondan mi cabeza y no puedo dar una solución medianamente razonable. Solo me queda la esperanza de que sea en la base donde comencemos a crear otro tipo de alumnos, pero claro, con maestros así, también parece una tarea harto complicada.